Cuando en 2013 Her de Vries me envía Regardez attentivement (en edición similar y tirada de veinticinco ejemplares), con las imágenes de las cajas y los otros objetos posteriores a este volumen, yo no dudo en habilitar una de mis cajas de puros para guardar esa maravilla que completaba y complementaba a la otra.
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boîtes et autres objets |
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Her de Vries, tras La jugadora de ajedrez |
En una extensa carta suya del 23 de abril de 2002, me habla de Granell, que había muerto el año anterior, de Esteban Francés, de Onslow Ford, de Rachel Baes, de Jane Graverol. Estas últimas han sido objeto de una exposición en Anvers, que él considera absurda, ya que Rachel Baes le parece carente de interés al contrario de Jane Graverol, a quien por cierto había conocido en una exposición de objetos de Marcel Mariën. Le he dicho que su caja de puros la he situado entre Crimende Agustín Espinosa y los libros de Benjamin Péret, sin que yo pueda discernir hoy por qué razón (que evidentemente no era la alfabética) le di esa colocación. Eso sí, para corresponder a su regalo le mandé la edición original de Crimen, o sea uno de los cuatro o cinco ejemplares que llegué a poseer por obsequio de la familia del escritor tinerfeño. Her de Vries se indignaba en esta carta con la exposición Pompidou “La Révolution Surréaliste”: “Esto no tiene nada que ver con la revolución surrealista”, y el catálogo abunda en “textos idiotas, estúpidos, falsificadores”, lo que me bastó para no pedirlo, aunque tuviera como excepciones las contribuciones de Gérard Dourozoi y Jean-Michel Goutier. Pero traduzco el párrafo completo:
“Después de Londres, es ahora el Centro Pompidou que nos «ofrece» su visión del surrealismo. En efecto, tú tienes sin duda razón calificándola como una exposición contra el surrealismo. Sobre todo el título está muy mal escogido. ¡Nada de esto tiene que ver con la revolución surrealista! Entiendo que Annie Le Brun haya publicado una protesta en Beaux-Arts Magazinedonde critica violentamente la propia concepción de la exposición. Hay también una entrevista con ella en el diario belga Le Soir de que te adjunto fotocopia.
A pesar de todo, la exposición nos ofrece la posibilidad de ver (en algunos casos por primera vez) obras conocidas solo por su reproducción (más o menos buena) en un libro cualquiera. ¡Eso es todo! Y si se quiere publicar un catálogo, bien, pero no de textos idiotas, estúpidos, falsificadores. Es de lamentar, pero el surrealismo ha entrado desde hace tiempo en una fase «histórica», está a merced de historiadores, de profesores (es decir a merced de idiotas, de falsificadores) que nos ofrecen sus estupideces en salsa universitaria.
No olvidemos que un José Pierre, un Jean Schuster, un Édouard Jaguer, ellos también, han colaborado en eventos similares. Breton y Péret se agitan en sus tumbas”.
No sé si en mi carta de contestación rompí una lanza por Édouard Jaguer, quien estaba lejos de la actitud recalcitrante de Pierre y Schuster y se mostró cada vez más abierto a la continuidad de la aventura surrealista. Mário Cesariny, en una de sus cartas, me los diferenciaba de manera tajante, con el vigor y la contundencia que lo caracterizaban. Pero Her de Vries tenía en mientes al Jaguer que a fines de los años 80 aparecía aliado a ellos y firmando en 1987 el panfleto À propos de Péret, respuesta a la ácida reacción de Annie Le Brun contra la entrega del prefacio del tomo cuarto de las obras de Péret a Robert Sabatier, uno de los cantores del “honor de los poetas”; ese panfleto lo calificó justamente Nicole Espagnol de “repugnante”.
(Este Robert Sabatier, todo un figurón de la literatura francesa, es autor de un divertido Dictionnaire de la mort que ahora estoy repasando, pero ya se verá su idea del surrealismo cuando se lee esto en la entrada de “Estética”: “Jack el Destripador mataba a sus víctimas con habilidad de artista. Colocaba miembros cortados, senos o entrañas sobre el cadáver siguiendo un orden estético, de una manera muy surrealista”.)
Her de Vries me amplia en su carta la información que yo precisaba de Brumes Blondes. Me dice que solo tiraban unos cien ejemplares y que me va a mandar los pocos números que tiene, así como fotocopias del catálogo de la exposición organizada en Leiden por él, en 1961, y un ejemplar de la titulada “Permanencia del surrealismo”, celebrada en 1967 (y por cierto hace unos años reproducida en este mismo espacio).
Otra carta amplia es la siguiente, de 1 de junio de 2002. Le he enviado una entrevista a Annie Le Brun que acabo de publicar en las páginas de “Archipiélago Literario”, donde durante varios años tuve cancha libre que me daba mi ex jefe de departamento de literatura y muy buen amigo Sebastián de la Nuez, una de las personas más auténticamente “liberales” que yo he conocido, y no son muchas. Recuerdo que al publicar material erótico (fotos y textos) sin la más mínima intención de “epatar”, un poeta y artista tinerfeño comentó que “Sebastián de la Nuez se dedica ahora a la pornografía” (imagino lo que habrá pensado de la traducción que hice de “El Marqués de Sade enseñado a los niños” de Marcel Mariën, que en cambio gustó tanto a Raúl Henao como para reproducirla en una revista colombiana prosurrealista). Her de Vries, como ha ido recibiendo todo el material que yo iba publicando sobre el surrealismo en la prensa tinerfeña, me comenta: “Esto sería imposible aquí en Holanda”. También hoy ya lo es en Tenerife, con una prensa además totalmente corrompida y vendida a la plandemia de las élites (los dos periódicos que sobreviven en Tenerife, hasta hace muy poco estrictamente provinciales, pertenecen a grandes empresas extrainsulares, en el proceso de concentración y jerarquización total que estamos viviendo).
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Primer número de Ellebore (1979), con cubierta de Eugenio Granell |
Preguntado por Ted Joans, me dice que sí lo ha conocido, en Amsterdam, y de Óscar Domínguez, de quien acaba de obtener su reciente catálogo de exposición en Madrid, manifiesta gustar sobre todo de su obra de los años 30. A su vez, me envía su texto en recuerdo de Willem Wagenaar, fallecido en 1999: “Wagenaar ha sido un verdadero bohemio surrealista. Pintor genuino, aunque solo hizo algunos cuadros: él fue sobre todo la persona que sabía inspirar a los otros”.
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Willem Wagenaar, en su casa |
Ya se extiende demasiado esta nota, por lo que dejo para otro día su continuación con las palabras que cierran la carta de Her de Vries, contento por haber conocido a los dos jóvenes alemanes:
“Vous voyez, le surréalisme n’est certes pas mort!!”